En el proyecto de Juan José Souto (Mar de Ajó, 1980), concebido específicamente para el Recoleta, la luz opera como herramienta de conocimiento: al atravesar los cuerpos —minerales, vegetales, humanos— revela capas internas, texturas, fisuras y vibraciones que normalmente permanecen fuera del alcance visual. El título KIKIN refiere a un concepto que condensa un pasaje perceptivo en cuatro movimientos: ver a través, ver con claridad, comprender y entrar. No se trata de una secuencia de la mirada, sino de una metodología para aproximarse a la materia.
Las esculturas funcionan como dispositivos de revelación. Cada pieza explora la forma en que la luz interactúa con la densidad: la profundidad de las grietas del mármol, la rugosidad erosionada de las piedras de mar, la saturación cromática de cítricos iluminados desde su pulpa o el rojo latente de nuestra propia sangre. En un mundo mediado por pantallas que producen una transparencia ilusoria —todo parece disponible, ampliado, hiperdefinido— la luminosidad constante empobrece la percepción. La demanda contemporánea de “verlo todo” convive con un sistema que acumula datos de manera opaca, que ilumina de forma superficial y oscurece en profundidad. La pantalla aplana la experiencia: reemplaza la densidad por brillo y la textura por inmediatez. KIKIN se sitúa en el reverso de esa lógica y propone una relación háptica y temporal entre la luz y lo que nos rodea, donde ver no significa consumir imágenes, sino reconstruir vínculos materiales con el mundo. La luz no domina a los cuerpos, sino que los acompaña en su complejidad o simpleza. Mientras que la opacidad deja de ser negación para convertirse en la condición necesaria de toda revelación.
Paradójicamente, KIKIN es un término inventado por la inteligencia artificial, forjado por la insistencia del artista. Este balbuceo maquínico funciona como una grieta donde se manifiesta una paradoja constitutiva de nuestra era: la simultaneidad entre transparencia prometida y opacidad estructural. La IA, presentada habitualmente como un dispositivo de acceso ilimitado al conocimiento, evidencia aquí sus zonas de sombra: algoritmos que procesan, sintetizan y nombran sin revelar nunca sus operaciones internas. Las obras exponen ese hiato entre lo que podemos conocer y lo que sólo podemos intuir: el límite mismo de la inteligibilidad en un mundo mediado por sistemas que hablan, pero no se dejan leer. Insisten en una claridad que nace únicamente del contacto directo con la materia mineral, vegetal o humana; cuerpos reales que se dejan atravesar para que afloren sus estructuras internas. Las obras recuperan así una forma de lucidez que no se basa en disponer de toda la información, sino en comprender lo que vibra y se manifiesta desde adentro.
Juan José Souto, artista visual argentino nacido en Mar de Ajó en 1980, cursó estudios en la Escuela Superior de Artes Visuales Martín Malharro de Mar del Plata y continuó su formación en diversos programas becado por las fundaciones TRAMA, Antorchas y Telefónica.
Recibió una Beca Nacional de Producción del Fondo Nacional de las Artes para un proyecto personal y en otras seis oportunidades para realizar proyectos grupales. Participó en las residencias Nave Oporto en Madrid y Galería Kiosco en Bolivia, Casa Intermitente en Mar del Plata y Crudo Galería de Rosario. Sus trabajos han sido exhibidos en el Centro Cultural Borges, Fondo Nacional de las Artes, Fundación PROA, CCEBA. Desde 2009 co-dirige el espacio de arte Mundo Dios en Mar del Plata.
A lo largo de todo el año impulsamos convocatorias abiertas y públicas para invitar a referentes culturales, colectivos, organizaciones, instituciones y artistas a proponer y llevar adelante contenidos culturales y artísticos junto al centro.
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